Yo que por años he sido una mujer idiota sin éxito, me atreveré a dar algunas pautas para aquello que quieran alcanzar la felicidad con el menor esfuerzo.
Cortázar en uno de sus fabulosos escritos habla de la idiotez así:
“Ahora que lo pienso la idiotez debe ser eso: poder entusiasmarse todo el tiempo por cualquier cosa que a uno le guste, sin que un dibujito en una pared tenga que verse menoscabado por el recuerdo de los fr

Suele sucederme, sentirme idiota cuando en frente de mi se posa aquello que logra exaltar mi alma y mi espíritu y que a los inteligentes les parece aburrido, ridículo y sin gracia. Cuando me enamoro me siento idiota, y el sentimiento es tan grande como el significante del idiota del cual me enamoré. Por lo pronto me aseguraré de enamorarme de un idiota sin éxito, conciente como yo que la felicidad viene en cajas separadas, y aquella que se vende como paquete completo, es una falsedad disfrazada de felicidad.
Enamorarme de un idiota sin éxito es lo que deseo, no vaya a ser que un día estando juntos la repugnancia haga alarde de mi y termine concientizándolo que su idiotez, más que felicidad, es el grado máximo de la estupidez y de la falsedad, y en vez de irme yo, me deje él.
Ser idiota sin éxito me permite llorar todas las noches frente a la ausencia de una buena telenovela, reír al lado de mis amigos, protestar ante el sistema equívoco humano, leer libros deshumanizantes, humanizar a mis animales, hacerle shows a mis amigos en la calle, sentirme bien sobando la piel de mi acompañante, ir a la universidad, hacerle cambios de look a la gente que quiero, escribir una y otra vez lo mismo, bailar en el baño, imaginarme destapando una de las cajas de la felicidad viajando en un granabastos1 y anhelar un hombre hermoso e idiota con éxito a mi lado.
1. Bus urbano. En Barranquilla se caracterizan por ir a velocidades inverosímiles, moverse al punto de crear pánico entre los usuarios y llenarse como las vacas que menciona Saramago.