AMISTADES II


“Me ocupo de que ningún éxito, cualquiera que fuese y en cualquier orden de vida tenga jamás algo que ver conmigo”. Alcon, A.
"Los terrenos más yermos florecen para indicarnos que, en cuestiones de amistad, hay que darle cabida, en ocasiones, a la sabiduría del Eclesiastés y admitir que aun las heridas de un amigo pueden ser heridas fieles. Y que con el amigo podemos exponernos a decirle por qué no lo queremos. Defender a la amistad contra celos, envidias, temores. Y estar de acuerdo en no estar de acuerdo —agree to disagree. Las diferencias deben aumentar la amistad y el respeto mutuos. El trato inteligente entre amigos no admite ambición, intolerancia o mezquindad. Amistad es modestia digna, es imaginación y es generosidad. Y a veces, por qué no, es todo lo contrario. Orgullo. Naturalidad pasiva. Avaricia del afecto. Digo «naturalidad pasiva» y se me ocurre que siendo el diálogo una de las fiestas de la amistad, el silencio lo puede ser también". Fuentes Carlos.


La perfección y la felicidad parecen algo de este mundo, he tratado de buscarlos en mundos alternos y no los encuentro, solo hallo una soledad interrumpida por la imposición o la voluntad, unas canciones de violín, unas pizzas viejas, muchos libros y algunas botellas de alcohol.
Pienso en lo imposible que se ha vuelto para mi hallar la felicidad, caminos por calles mojadas y solo la sequia hace su aparición. He terminado por resignarme a ser ignorada por esos “tesoros” pertenecientes a este mundo. He terminado por resignarme a que nunca completaré mi curso de idiotez, y el éxito que esta produce ha dejado de ser algo añorado para mí. Este ha constituido uno de mis fracasos, aunque hoy día lo considero una ganancia.
Dadas las circunstancias decidí buscar los motivos de mi falta de éxito en este mundo, me procuro en averiguar el por qué la idiotez no me ha ganado, por qué mi idiotez es mediocre y está destinada a morir así.
La respuesta hallada en la vida misma y en la realidad de ella, caótica y deslumbrante, es insípida pero nutrida. Soy una idiota porque he procurado no serlo. Soy una idiota por creer en la amistad después de tantos tropiezos, desengaños, traiciones, perdidas y lejanías. Soy estúpida por seguir creyendo en la complicidad de los amigos, en las cartas de amor que llenan de melancolía el alma, en los correos con connotaciones infinitas, en compartir alegría, es fracasar unidos, en exaltar los defectos y homenajear las virtudes, en comer lo indigerible y caminar por las aceras, en no tener nada que hacer, en no querer hacer nada, en la desviación de los planes, en ponerse a trabajar juntos y dejar de hacerlo. Creo, como dice Carlos Fuentes, que la amistad es “la gran liga inicial entre el hogar y el mundo. El hogar, feliz o infeliz, es el aula de nuestra sabiduría original pero la amistad es su prueba. Las variaciones, discrepancias o similitudes entre la familia y los amigos determinan las rutas contradictorias de nuestras vidas. Aunque amemos nuestro hogar, todos pasamos por el momento inquieto o inestable del abandono (aunque lo amemos, aunque en él permanezcamos). El abandono del hogar sólo tiene la recompensa de la amistad. Es más: sin la amistad externa, la morada interna se derrumbaría. La amistad no le disputa a la familia los inicios de la vida. Los confirma, los asegura, los prolonga. La amistad le abre el camino a los sentimientos que sólo pueden crecer fuera del hogar. Encerrados en la casa familiar, se secarían como plantas sin agua. Abiertas las puertas de la casa, descubrimos formas del amor que hermanan al hogar y al mundo. Estas formas se llaman amistades”.
Más de dos veces al día me levanto con el firme propósito de no querer, de no confiar, de no abrazar, de vivir por mí y para mi, de asesinar amigos y amores, de enterrarlos, vivir el duelo y seguir viviendo… todo es imposible, todo cambia cuando rodeada de ellos vuelvo a ser yo, deseo ser yo, ese ser idiota a medias que entrega todo y que como medida de seguridad se hace responsable de sus entregas y de lo que no le ha sido, ni le será entregado.
No tengo un millón de amigos, será por eso que a veces no puedo cantar. Tengo veinte enemigas –como dice Wisin y Yandel- y dos amigas, y no pienso hacer nada por cambiar esa realidad. No tengo muchas luces brillando en la oscuridad, solo algunos pares de ojos que comparten conmigo la ceguera y la imbecilidad. No tengo el alma llena de sabores, más bien la tengo llena de sinsabores, de dulces y amargos que le dan un toque cercano a las conversaciones distantes.
Hoy quiero decir que amo profundamente a mis amigos, no solo a los que me tiene en su corazón, sino también a los que por voluntad o imposición me han sacado de sí. Hoy dedico este escrito estúpido, triste e imperfecto a mis amigos de hoy, a los de mañana, a los que llegarán, a los que me dejarán y a los que he de abandonar para que no pierdan el camino, para que nunca lleguen a ser idiotas exitosos, para que nunca me olviden.

Como en el I, en el II, también deseo una vida llena de infortunios, esos infortunios siempre producto de los excesos -esos que siempre me caracterizan- de amor y la amistad.

2 comentarios:

David Sandoval dijo...

Son tan ciertas las palabras de Carlos Fuentes: la familia llega un punto en que se acaba y allí nos sostienen los amigos.
Yo me levanto también con el propósito de amar menos, y a veces lo he logrado. En otras digo que lo he hecho pero sé, dentro de mí, que no es así.

Anónimo dijo...

sin la amistad externa, la morada interna se derrumbaría.no hay duda q en los momentos mas dificiles los amigos siempre estan ahi para darnos fuerzas aunq todo se este derrumbando...
Tatiana

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